lunes, 23 de agosto de 2010

RIVER 3 - INDEPENDIENTE 2 La mano que mece la punta

River no empató por un atajadón de Carrizo en el descuento. JP no pudo sostener el cero pero sí el liderazgo.

River sueña por los goles de un 9 de oro pero también por los que evita el uno de espadas. Ancho se vuelve Juan Pablo Carrizo en ese arco que para muchos puede ser el más grande del mundo y que para él parece de hockey sobre patines. Infimo. Regresó el glorioso JP. Gigante. El tipo de guantes que te hace el aguante, el último arquero que dio la vuelta en el Monumental y el que se quedó sin Mundial pero rescató la perlita más maradoniana.

El manotazo de Dios.

Así se despidió Juan Pablo. Con el puño crispado, golpeándose el pecho y levantando su brazo derecho hacia la tribuna. Esa que ya avisó un tanto apresurada de dónde sale el nuevo campeón y que recuperó el aliento después de la salvadora aparición de Carrizo. Porque si River no empató fue por ese atajadón a Silvera cuando ya se jugaban dos minutos del descuento. Un vizcachazo, diría Perfumo, que valió tres puntos para que el equipo de Cappa prolongue su racha ganadora y siga mirando a todos desde lo más alto.

La gente de River, en este último tiempo, debió aggiornarse a un nuevo estilo de vida, a un vocabulario desconocido, a una coyuntura que siempre le había sido ajena y, así pues, ya se permite festejar como un gol una trabada de Almeyda y hasta tomar con cariño algún despeje sutil de Ferrero. Sin embargo, esta nueva etapa también lo trajo a Carrizo y, con él, a aquella confianza que tocó su punto más alto en el título del Clausura 2008. Este arquero no necesita andar a los revolcones para transmitir seguridad y, ya desde su postura y un diálogo incesante con los centrales, transmite una sensación de invulnerabilidad que no había ni con Vega siendo figura excluyente durante el campeonato pasado.

Ayer, sin Ortega y con Buonanotte bajito (los otros pilares de la conquista con Simeone), resultó JP el encargado de sostener el tercer triunfo en fila. Lo que no pudo mantener, sin embargo, fue la valla invicta. Para entender estos dos goles recibidos, entonces, no queda otra que darle mérito a Silvera por lo esquinado del remate y acusar a la mala fortura por el rebote en el palo que dio en la cara de Carrizo y se metió. Ahí, Juan Pablo quedó de rodillas pero se levantó enseguida. Tres minutos más tarde sería héroe. Por su mano. Y... la mano está cambiando.
Fuente:Ole