domingo, 14 de junio de 2009

De local es otra cosa


Siete días después del flojo test en Old Trafford, la Selección mejoró sobre sus errores y volvió al triunfo, luchado pero justo, en la revancha.
on una cuota alta de actitud como para calmar las aguas y con muchas producciones individuales que invitan a renovar la ilusión, Los Pumas volvieron a ser. Y no se trata de una nueva y odiosa comparación con cierto plantel histórico que brilló en un Mundial. Estos Pumas volvieron a ser un equipo. Ganaron más que un test. Lograron una victoria que, en el marco de la tan mencionada transición y de la búsqueda de una identidad propia post bronce, es la más importante en el ciclo Phelan. Tampoco sobran, es cierto (apenas dos en los anteriores ocho partidos). Y eso refuerza la valía. Jugadores y cuerpo técnico se jugaban una parada brava y, no sin sudar (24-22), la superaron.

Los Pumas concretaron esta especie de resurrección en Salta, luego del doloroso cachetazo en Manchester, a partir del carácter con el que pisaron el campo del Martearena. Ya el Himno tuvo un fuego distinto. Y era la bronca que sentían los jugadores por la tibia actuación en Old Trafford. En ese plan de imponer rigor y vehemencia no se salvó ni el referí irlandés Alan Lewis, víctima de un topetazo de Juan Fernández Lobbe a la entrada de un ruck. El trabajo en la zona de tackle había fallado feo en Inglaterra y los argentinos no quisieron reincidir. Golpearon duro ahí y el gran pescador Steffon Armitage no consiguió prevalecer. Como para asentar los nervios y fogonear el arranque impetuoso, a los dos minutos Leguizamón capturó un pase de Ledesma y entró como un rayo al ingoal. Todo había empezado en un line robado por Rimas Alvarez.

Con liberación rápida de pelota, Los Pumas se animaron a jugar y a tratar de implementar esa estructura ofensiva más integrada entre backs y forwards. No fueron un festival de ataque. De hecho, algunos buenos movimientos volvieron a truncarse por penales en contra o errores de manejo. Pero hubo intenciones. Hasta el pibe González Amorosino, que entró a los 13' por la lesión de Leonelli, agarró la primera pelota, en sus 22 metros, y salió esquivando dos rivales. De esta manera, con la batuta de Hernández, la Selección visitó seguido el vecindario de enfrente, generó chances y lo aprovechó. A los 23, gracias a tres penales del Mago, ganaba 14-3.

A esa altura también era notorio que ese primer tackle adelante, contundente, y tan necesario, estaba vivo. Santi Fernández y Tiesi fueron fieras en el centro de la cancha. Ellos marcaron el parámetro en cuanto a firmeza para tacklear. Y contagiaron.

En el cierre del primer tiempo, Los Pumas bajaron la tensión e Inglaterra asomó la cabeza. Goode cruzó un preciso kick a la otra punta, donde estaba solito Cueto para el try. El wing la embolsó y ligó un soberbio tackle de González Amorosino y aterrizó afuera. Al toque, Goode falló un penal y llegó el cierre. Que La Rosa no hubiera marcado más puntos antes del descanso fue tan fundamental como el try de Camacho -otro que mostró corazón de león- a los 2' del segundo. Fue brillante el quiebre de Agulla y mejor aún el largo pase hacia la izquierda. Los ingleses se fueron al humo. Con problemas de sintonía para usar la pelota, pero con una permanente fuente de obtención en el line y la efectividad de Goode. Cuatro penales al hilo del rubio pusieron el 21-15. En ese lapso, Lalanne salvó un cantado try de May. ¿Y quién podía salvar al equipo en ese momento de dominio ajeno? La magia de Hernández, que con un drop de los suyos enfrió a Inglaterra. Banahan, verdugo en Old Trafford, vulneró el ingoal Puma a los 40'. Y entonces debieron aparecer los forwards. Que pelearon ahogados, que escondieron la pelota... que también volvieron.