domingo, 5 de octubre de 2008

9 de Corazones


El toque del ídolo Romeo se vivió, se gritó y se festejó como determinante. Falta mucho, pero San Lorenzo ganó un partido clave. "Fue el que más grité", dijo el 9.

Bergessio puso su retaguardia por enésima vez en el partido, como en cada partido, una especialidad de la casa que cada día se saborea con más gustito a gloria por Boedo. En un movimiento mañoso, Lavandina dejó papando moscas a Waldo Ponce, el lateral de Vélez que había desafiado en la semana, vía Olé, con destronar a Adrián González en eso de darle chanfle a la pelota en los tiros libres. (Ayer, el chileno no sólo no shoteó, sino que le levantó la barrera del peaje a cuanto vestido de azulgrana pasara por su carril). Bergessio, entonces, entró al área tocando bocina, con el mentón por las nubes y la mente fresca, nada de cegarse, de entregarse a la tentación del egoísta remate utópico. Y cruzó la bola, una asistencia para que Romeo le ofrezca al cielo su dorsal 9, para que Romeo siga enamorando a esos hinchas de San Lorenzo que tanto lo idolatran, que tanto gritaron, como él, probablemente (y más también) el gol del campeonato.

Porque, ¿deja vú?, Bernie festejó en la misma cancha que había agitado la gola en 2001 (y provocado un penal que estampara el 2-0 final), en ese glorioso 2001 cuervo en el que San Lorenzo había ganado por última vez en Liniers, para después dar la vuelta guiado por Manuel Pellegrini. "Le sacamos siete puntos de ventaja a Vélez, un rival directo en la lucha por el título. Y nos mantenemos distanciados del resto. Es importante, muy importante esta victoria, pero aún falta mucho, recién va la mitad del torneo", bajó decibeles el goleador. Sin éxito, claro. Porque San Lorenzo sigue a 220. Con argumentos para hacerlo. Sucede que los que portan chapa de candidatos a hurtarle la corona de campeón van cayendo como bancos en Wall Street. Ayer mancó el Fortín, nada de hacerle honor a su apodo, ahora apenas portador de una quimera teniendo en cuenta el abismo que lo separa del Ciclón. Porque Boca, de no ganar mañana, también penderá de una epopeya. Situación similar a la de Tigre y los demás contrincantes que tiene el Ciclón en este Apertura. Este Ciclón que, por cierto, no deja resquicio para el regodeo ajeno. Si no deslumbra, si no ostenta corazón y pases cortos como en fechas anteriores, gana igual. Y gana partidos de seis puntos. Metiendo, raspando, incluso aguantando. Gana igual. Hasta habiendo zafado en un par de ocasiones gracias a esa diosa fortuna que todo campeón debe tener de su lado. Y gana sobre la hora, goce inigualable. Como el gol de Romeo, según él mismo asegura. "Es el que más grité -dice Bernie-, porque no es fácil demostrar en diez o quince minutos, sobre todo en un partido tan relevante". Clave, sí. De campeón. Como en 2001. "Ojalá se repita lo de aquella vez, tengo presente el dato. Pero debemos saber mantenernos arriba", roba suspiros Romeo, quien, con la conquista de ayer, volvió a poner en aprietos a las neuronas de Miguel Angel Russo, ya que el entrenador, ahora, deberá replantearse el mantener en el equipo a Silvera (quien le había ganado el puesto a Bernie cuando éste estuvo out por esguince) o devolverle la titularidad inicial al héroe de ayer. Como sea, San Lorenzo ya tiene varios balcones alquilados.