
Al Barça le ha salido un grano en la zona Sur de Madrid, pánico escénico al Coliséum. Hace seis meses fue barrido por el Eurogeta de Schuster y anoche le pasó por encima el nuevo Getafe que poco a poco construye Laudrup. El danés se doctoró ante su amigo Rijkaard, todo un baño táctico que puede escenificarse en un impecable marcaje a Messi sin faltas (¡sólo dos en 71 minutos!) y sin recurrir al juego duro. Muy bien la cadena de montaje geométricamente diseñada por tres daneses (Laudrup-Jensen-Olsen) y el español Milla: Licht encimándole si salía por fuera, De la Red incrustado entre el lateral y el central de ese lado Mario, y Sousa tapando el penúltimo escape por el interior. Muy bien. ¿El Barça? Muy mal, gracias. Confirmadas sus dos caras: sólo se maquilla y se echa coloretes en el Camp Nou pero en el resto de campos su imagen es feísima, indolente. El Barça de fuera sale a aburrir con las ovejitas de Carmen Sevilla, con somnífero. Ronaldinho está horrible y Rijkaard le aguantó un cuarto de hora en el segundo tiempo con posible esguince de tobillo para recurrir luego a los niños, a Bojan y Giovani, y despertar a los mayores. Pero se olvidó de comprarles a todos un sonajero.
Seis meses en fútbol se han convertido en una eternidad, un tiempo que narcotiza éxitos y fracasos, 180 días que devoran recuerdos y se llevan por delante protagonistas e historias no a la velocidad del sonido sino a la de la luz. Del once titular de ayer sólo Casquero y Manu (que entonces entró en el segundo tiempo) estuvieron en la memorable hazaña del 4-0, pero en ese vestuario seguía inoculado el espíritu azulón de la gran noche y ahí estuvo Manu, jiennense de oro para sellar el primer gol. Y ahí seguía Rijkaard, midiéndose esta vez no a Schuster y sí a Laudrup y a ese monstruo del gran fiasco, al pánico escénico a Getafe. Otro partido y seis meses después siguen los fantasmas.
Primer detalle que no acaba de gustar, ni a mí ni supongo que ya nunca más a Rijkaard, eso del traslado de Puyol al lateral derecho, por mucho que sus recursos y carácter son tantos que sea capaz de acoplarse a correr la banda. Segundo detalle decisivo, de altura: ayer sí pisaba el Coliséum Leo Messi, el chico que había clonado el gol de Maradona a Inglaterra y al que Rijkaard se le ocurrió reservar para aquella terrible noche azulgrana de Halloween en Getafe. Todas las miradas en Messi, todos atentos a sus regates, a su velocidad, a cómo demonios pararle, que si una faltita táctica en medio de la carrera, que si mejor evitar que recibiera cómodo para controlar y encarar... Lo dicho, el sistema de ayudas y emergencias al lateral Licht para controlar sobre todo esas diagonales tan suyas hacia dentro. Un par de detalles de Leo no bastaron y fueron suficientes dos faltas de Licht en todo el partido. Y apenas hubo un par de jugadas de riesgo para el Pato, un testarazo de Milito en un córner y un mano a mano que Abbondanzieri le sacó a Henry (¿qué ha sido de ese delantero vertical y eléctrico del Arsenal?) tras haberle filtrado Iniesta un envío magistral por el centro de la defensa azulona.
Impotencia total. Pero este Barça tiene mucha geta lejos del Camp Nou. Ahí no domina el idioma del fútbol ni suda camiseta y se convierte en un equipo pesadote, previsible, lento, que juega al trote. El Geta bueno le maniató porque a lo de Messi le añadió Laudrup una línea tirada 30 metros por delante del Pato, presión de Uche a la salida de los lentísimos centrales y de Manu frente a Touré, y máxima exigencia en el medio campo para De la Red y Casquero, que literalmente se comieron ni más ni menos que a Xavi e Iniesta. Y cuando se recuperaba el balón, latigazos con Uche (genial su taconazo para Sousa que le sacó Valdés) y permutas entre Pablito y Manu desde la banda al enganche. El gran danés se ha hecho ya con la tecla, sí señor.
Rijkaard rectificó y sacó a Zambrotta por Thuram para que Puyol se fuese al centro, pero al italiano se le cruzaron los cables y le metió a Licht un arreón de roja directa. Y Uche se escapó al final y le dio el gol a Albín. Al traje del Barça todos le han tomado ya medidas. Barça, tenemos un problema. Y serio.
El detalle: Zamorana de Touré y penalti
Circulaba el partido por el minuto 27 del segundo tiempo cuando un disparo de Albín fue rechazado por Touré sacando el brazo, toda una zamorana dentro del área azulgrana que Daudén Ibáñez se comió al igual que sus auxiliares. Un penalti al limbo que podía haber sido decisivo porque el choque marchaba entonces muy ajustado aún con 1-0 en el marcador.