
Usted trabajó toda la semana como un condenado. Y al séptimo día, como Dios manda, decide descansar. Se hizo socio de River porque tiene un predio espectacular. Le gusta jugar al tenis, o ir al gimnasio, o hacer un buen asado para la patrona y los pibes en los quinchos del club. Pues bien, vaya cambiando de planes: desde este domingo y por culpa de la interna de la barra brava, River le cierra las puertas a sus socios, quienes en definitiva sostienen con sus cuotas a la centenaria institución.
La batalla de Los Borrachos del Tablón tomó tal magnitud que el Millo, que junto con la Policía pacta y por eso este tema no se termina, intenta ahora que no se le arme otro escándalo en la tribuna. Porque tras el arreglo de la administración Passarella con la fracción oficial que lideran Martín Araujo y Héctor Godoy (aunque suene increíble, los sacaron del derecho de admisión), la amenaza de los Patovicas de Hurlingham sonó fuerte: “Si entran ellos y nosotros no, vamos a generar una pelea adentro, te van a descontar puntos y nos vamos a ir a la B”. Y la dirigencia cree que la amenaza se volverá real. Por eso, pidió ayuda a la Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos, cuyas autoridades replicaron: “Para controlar todo, quienes ingresen al estadio deberán hacerlo desde la calle y no desde el sector de quinchos u otras áreas sociales”. De esta manera, se garantizan que los barras socios no entren al club antes del comienzo del operativo y burlen así el cerco policial. Esta orden estaba vigente desde la gresca de los quinchos y River la acataba separando ambos lugares con una tapia de madera. Y como los vestuarios están dentro del anillo interno del Monumental, se habían colocado dos escaleras tubulares para que los socios lleguen a los mismos sin tener contacto con quienes van sólo a la cancha.
Pero este año, esa división se hizo añicos. Según dicen en River, fue por orden del Gobierno de la Ciudad, que no permitía esa instalación precaria. Aunque en las minutas del Comité de Seguridad jamás quedó asentada esta observación. Igual, hasta el inicio del Apertura, como la interna estaba calmada, se mantuvo el status quo. Pero ahora, con la guerra en su máxima expresión, la Subsef pidió montar otra vez el muro de Berlín y River fue por más y decidió el cese de todas las actividades que no tengan que ver con el partido. Los socios, bien gracias.
La iniciativa tendrá un costo político para Passarella, aunque menor a una pelea de las barras como las que se vivieron entre 2007 y 2009. De hecho, River aceptó sin chistar un operativo gigantesco para el partido contra Independiente, que contará con más de 900 policías. Es que se espera que la fracción de Hurlingham intente cumplir con su amenaza. La división en los Borrachos recrudeció este año. El 24/5 se agarraron en la General Paz y un barra de los Patovicas terminó en coma cuatro, después el Tano Beto lo mandó al hospital a Caverna y en la previa al partido con Tigre los de Hurlingham se mostraron en los alrededores del estadio con una remera que decía: “200 guerreros vuelven”. Ante esto, el club decidió que los socios no entren. ¿Los barras? No, ellos no tienen problema: se manejan por River como si fuera su propia casa.
Fuente: Olé